lunes, 25 de agosto de 2008

La Medalla que no Pudo Ser

Pequeñas Reflexiones sobre la participación peruana en Pekín 2008
Ayer concluyeron la olimpiadas en Pekín y, lamentablemente, los pocos atletas peruanos que intervinieron en las justas deportivas que se disputaron no lograron siquiera obtener una medalla de bronce, más alla del notable empeño y esfuerzo que pusieron en conseguir un triunfo.

Tristemente, a pesar de lo anterior, hay que ver las cosas con descarnado realismo: la no obtención de presea alguna en la concluida olimpiada ha puesto en su real dimensión el paupérrimo nivel del deporte peruano; producto, en gran medida, del escasísimo interes de los sucesivos gobiernos de turno en su promoción; muy aparte de que haya querido presentarse una imagen contraria, con la cantinflesca propuesta presidencial, de Lima, como eventual sede de los Juegos Olimpicos del 2016, lanzada hace unos meses.

Sin embargo, no todo es malo. Más bien, agradezcámosle a las circunstancias por no figurar en el medallero y por haber demostrado que somos una potencia deportiva de nivel comparable al de Tonga, Djibouti o Myanmar. Pues, en el hipotético caso que uno de nuestros representantes se hubiera alzado con la victoria, seguramente el actual régimen habría montado un circo de esos a los que ya nos tienen acostumbrados (con culebrítica incluida, de repente), para adjudicarse el logro ajeno.

Nada se les puede recriminar a quienes acudieron valientemente a la cita deportiva. Increpemos, sí, a aquellos que gustan de colgarse de los éxitos atléticos, artísticos o académicos de terceros para después decír que en el Perú todo esta bien, que se promueve el deporte y la cultura, y que quienes osan cuestionar esas afirmaciones son unos incendiarios y desfasados comunistas. No son tanto "camaradas" como sí "compañeros" los que hace rato merecen un "estate quieto".

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